Arzobispo: algunas comunidades se hunden con más facilidad

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Personas con mascarillas hacen fila para entrar a una farmacia en Cochabamba, Bolivia, el 21 de julio de 2020, durante la pandemia de coronavirus. Un arzobispo con la Academia Pontificia para la Vida dice que no todas las comunidades tienen los recursos e infraestructuras para combatir el coronavirus. Foto CNS-Danilo Balderrama, Reuters

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La pandemia mundial de COVID-19 ha enfatizado la vulnerabilidad y la interdependencia de la humanidad, así como las graves desigualdades sociales y económicas, dijo la Academia Pontificia para la Vida en un nuevo documento.

La reflexión de ocho páginas, “‘Humana Communitas’ en la era de la pandemia”, detalla una serie de meditaciones clave e “inoportunas sobre el renacimiento de la vida” frente a una crisis mundial de salud, medioambiental y económica. Son “inoportunos” o “anticuados”, dijo el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la academia, en una declaración escrita, porque tales reflexiones no parecen ser populares o estar “de moda” en el debate actual.

Debe haber un reconocimiento de la fragilidad universal de la condición humana, un profundo replanteamiento del propósito de la humanidad en el mundo y un esfuerzo concertado para reconstruir modelos de convivencia, atención médica y desarrollo, dijo el 22 de julio.

“Todos estamos en la misma tormenta, pero no en el mismo barco”, con los recursos e infraestructuras de muchas comunidades tan frágiles o carentes y algunas comunidades “se hunden más fácilmente”, dijo el arzobispo Paglia.

Los comentarios del arzobispo acompañaron el segundo documento de la academia este año sobre las consecuencias de la crisis de salud global y cómo debería responder el mundo, particularmente los cristianos.

Las siguientes consideraciones se han publicado en el sitio web de la academia, academyforlife.va en cinco idiomas, incluso inglés y español:

– Ver la pandemia actual como un “síntoma del malestar de nuestra tierra y nuestra incapacidad para cuidarnos” y como un “signo de nuestro propio malestar espiritual”, que debería obligar a las personas a reconsiderar su relación con la creación y entre sí, no vernos como “amos y señores”, pero como “mayordomos”.

– Comprender que ciertas políticas y medidas públicas exigen “la solidaridad de los jóvenes y de los sanos con los más vulnerables” y los sacrificios de aquellos que “dependen de la interacción pública y la actividad económica para vivir”.

– Reconocer cómo “el bien común de la salud pública debe equilibrarse con los intereses económicos” y ver la necesidad de coordinación y cooperación internacional para encontrar y compartir remedios y vacunas.

– Reconocer el acceso a la atención médica de calidad y la medicina esencial como un derecho humano universal.

– Apoyar y mejorar la cooperación internacional a través de la Organización Mundial de la Salud.

 – Abordar y transformar las estructuras “opresivas e injustas” en la comunidad global comienza con una “conversión real de mentes y corazones” que implica abrazar la responsabilidad de uno y ya no estar dispuestos a ver los errores obvios en el mundo.

El documento dice que “la estrechez de miras de los intereses nacionales ha llevado a muchos países a reivindicar para sí mismos una política de independencia y aislamiento del resto del mundo”, que no será eficaz para abordar la pandemia global, solo empeorará las desigualdades y producirá aún más personas vulnerables y marginadas.

“Todos están llamados a hacer su parte” para ser responsables con los necesitados, dijo.

“Una comunidad responsable es aquella en la que las cargas de precaución y apoyo recíproco se comparten de manera proactiva con miras al bienestar de todos”, dice.

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