CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Denunciando el inimaginable “infierno” que viven los inmigrantes en los centros de detención, el papa Francisco instó a todos los cristianos a analizar si están ayudando a las personas que Dios ha puesto en su camino –tal como lo ordenó Jesús– y cómo lo están haciendo.
Los cristianos deben continuamente buscar el rostro del Señor, que puede encontrarse en los hambrientos, los enfermos, los presos y los extranjeros –dijo el papa en el aniversario de su primera visita pastoral como pontífice a la isla italiana de Lampedusa.
Jesús hizo una advertencia a todos, “cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, y los cristianos en la actualidad tienen que observar sus acciones a diario y ver si han intentado incluso ver a Cristo en los demás –expresó el papa en su homilía durante la misa del 8 de julio.
“Este encuentro personal con Jesucristo también es posible para nosotros, que somos los discípulos del tercer milenio”, dijo.
Con la misa, realizada en la capilla de la residencia del papa, se celebró el séptimo aniversario de su primer viaje apostólico a una isla que ha sido el principal destino de los inmigrantes que buscan una nueva vida en Europa.
Sin embargo, desde el 2014, por lo menos 19,000 personas han muerto ahogadas en el Mar Mediterráneo durante estas travesías en bote. El papa Francisco lamentó estas muertes durante su visita en 2013 ofreciendo oraciones y arrojando una corona de flores a las agitadas aguas.
En su homilía del 8 de julio en la capilla del Vaticano, recordó a aquellos que están arrestados en Libia, víctimas de terrible abuso y violencia y retenidos en centros de detención que parecen “un lager” (palabra que en alemán significa campo de concentración). Dijo que tenía presente a todos los migrantes, aquellos que se lanzan a “un viaje de esperanza”, aquellos que son rescatados y los que son rechazados.
“Lo que sea que hiciste, lo hiciste por mí”, dijo repitiendo la advertencia de Jesús.
Entonces, el pontífice aprovechó para contarles a los pocos convocados –todos utilizando máscaras y respetando el distanciamiento social– lo que le había impactado al escuchar a los inmigrantes ese día en Lampedusa y sus desgarradoras travesías.
Dijo que le pareció extraño que un hombre habló mucho en su idioma, pero la traducción que el intérprete le hizo al papa fue breve.
Una mujer etíope, que había visto el encuentro, posteriormente le dijo al papa que lo que le dijo el traductor ni siquiera era “la cuarta” parte de lo que se habló sobre la tortura y el sufrimiento que habían experimentado.
“Me dieron la versión destilada”, dijo el papa.
“Esto sucede hoy con Libia: nos dan una versión destilada. La guerra es mala, lo sabemos, pero no os imagináis el infierno que se vive allí”, en esos campos de detención –dijo.
Y esas personas sólo vinieron con la esperanza de cruzar el mar –agregó.
“Cuanto hicisteis… ¡para bien o para mal! Esta advertencia es hoy de gran actualidad”, dijo el papa.
El objetivo final de los cristianos es el encuentro con Dios –dijo– y la continua búsqueda del rostro de Dios es la garantía de que estamos en el correcto camino hacia el Señor.
La primera lectura del día, según el profeta Oseas, describía cómo el pueblo de Israel se había extraviado, deambulaba por “el desierto de la inequidad”, buscando la prosperidad y la riqueza abundante con sus corazones llenos de “falsedad e injusticia”, dijo.
“Es un pecado del cual nosotros, cristianos de hoy, tampoco estamos exentos”, agregó.
Las palabras del profeta Oseas nos instan a todos a la conversión, “a voltear la mirada hacia el Señor y ver su rostro”, dijo el papa Francisco.
“Cuando buscamos el rostro del Señor, podemos reconocerlo en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino. Y este encuentro se convierte para nosotros en un tiempo de gracia y salvación, confiriéndonos la misma misión encomendada a los apóstoles”, dijo.
El mismo Cristo nos lo dijo: “Es Él quien llama a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos”, dijo el papa.
Concluyó su homilía pidiéndole a la Virgen, consuelo de los migrantes, que “nos haga descubrir el rostro de su hijo en todos los hermanos y hermanas obligados a huir de su tierra por tantas injusticias que aún afligen a nuestro mundo en la actualidad”.