CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Para ver a Dios y crecer junto a él, es necesario purificar el corazón de pecados y prejuicios que distorsionan la realidad e impiden que veamos la presencia real y activa de Dios –dijo el papa Francisco.
Eso significa renunciar al mal y abrir nuestro corazón para permitir que el Espíritu Santo sea nuestro guía –dijo el papa el 1 de abril durante una transmisión en vivo de su audiencia general semanal desde la biblioteca del palacio apostólico.
El papa saludó a la gente que lo estaba viendo, particularmente a aquellos que habían hecho arreglos hace tiempo para asistir a la audiencia con su grupo o parroquia.
Entre aquellos que habían planeado acudir estaba un grupo de jóvenes de la Arquidiócesis de Milán, quienes en cambio lo tuvieron que ver a través de las redes sociales.
El pontífice les dijo que no obstante podía “casi sentir su gozo y ruidosa presencia”, les dio las gracias por “tantos mensajes que me han enviado. Enviaron tantos y son hermosos”, dijo cargando en su mano un buen número de hojas de papel.
“Gracias por esta unión entre nosotros”, dijo, recordándoles que siempre vivan su fe “con entusiasmo y no pierdan la esperanza en Jesús, un amigo fiel que llena nuestra vida de felicidad, incluso en tiempos difíciles”.
El papa también recordó que el 2 de abril se conmemora el 15 aniversario de la muerte de san Juan Pablo II.
El Santo Padre le dijo al público que habla polaco que durante estos “días difíciles que estamos viviendo, les animo a confiar en la Divina Misericordia y en la intercesión de san Juan Pablo II”.
En su charla principal, el papa continuó su serie sobre las ocho bienaventuranzas reflexionando sobre la sexta:
“Bienaventurados los de corazón limpio, porque verán a Dios”.
“Para ver a Dios no es necesario cambiar de gafas o de punto de vista, ni cambiar de autores teológicos que enseñan el camino. ¡Hay que liberar el corazón de sus engaños! Este es el único camino”, dijo.
Los discípulos en el camino a Emaús no reconocieron a Jesús porque, como él les dijo, eran insensatos y “lentos de corazón” para creer en todo lo que los profetas habían dicho.
El estar ciego a Cristo viene de un corazón que es “insensato y lento”, cerrado al espíritu y contento con las propias percepciones –dijo el papa.
“Cuando nos damos cuenta de que nuestro peor enemigo se esconde a menudo en nuestro corazón”, entonces uno experimenta “una maduración” de la fe. La batalla más “noble” –dijo– es contra las mentiras y decepciones internas, que generan nuestros pecados.
“Los pecados cambian la visión interior, la evaluación de las cosas, te hacen ver cosas que no son ciertas, o al menos no son tan ciertas”, dijo.
Limpiar y purificar el corazón, entonces, es un proceso que dura toda la vida de renuncia y liberación del mal que llevamos dentro para, al contrario, hacerle espacio al Señor. Lo que significa reconocer la parte del corazón que está bajo la influencia del mal para aprender a ser guiados por el Espíritu Santo –agregó.
Ver a Dios también significa ser capaz de verlo donde se manifiesta, reconocer su presencia en nuestra vida, en los sacramentos y en los demás, especialmente en los pobres y los que sufren –dijo el papa Francisco.
“Es un trabajo serio y sobre todo es una obra de Dios en nosotros –durante las pruebas y purificaciones de la vida– que nos conduce a la alegría plena, a una paz profunda y verdadera”.
“No tengamos miedo. Abramos las puertas de nuestros corazones al Espíritu Santo para que nos purifique” y nos conduzca en última instancia a la plenitud de la alegría y paz en el cielo.