WASHINGTON (CNS) — El domingo de Pascua, un día en que las iglesias normalmente están llenas y la gente se viste más elegante que de costumbre, obispos y sacerdotes de todo el país celebraron misas en catedrales e iglesias desiertas mirando filas de bancas vacías y algunos viendo un teléfono o cámara que grababa la misa.
Observando las orientaciones federales y locales que limitan las reuniones públicas, los católicos, como los miembros de otras tradiciones religiosas, se quedaron en casa en la Pascua, como lo han hecho durante domingos recientes y, el 12 de abril, conectaron sus computadoras para unirse a misas transmitidas en directo por sus parroquias o diócesis.
Muchas homilías reflejaron el momento actual de sufrimiento físico y la tristeza del aislamiento forzoso, al tiempo que reconocían el significado de reunirse, aunque sea remotamente, en este importante día del año litúrgico.
Pero, sobre todo, los líderes eclesiales subrayaron el mensaje pascual de vida nueva, acentuando que la esperanza de los creyentes en la resurrección es importante durante este tiempo de pandemia, que el encontrar vida después de la muerte o de tiempos de oscuridad y luchar por ello es parte esencial de la iglesia.
Las oraciones de los fieles durante estas misas retransmitidas también incluían plegarias por la sanación de los afectados por COVID-19, y protección para los trabajadores esenciales y los que están en profesiones de salud. Estos trabajadores de la salud fueron recordados con mensajes de agradecimiento incluso uno proyectado sobre la famosa estatua del Cristo Redentor de Brasil.
Las campanas de iglesias pequeñas tanto como grandes catedrales repicaron en Pascua como signo de oración y solidaridad.
Exhortando a las parroquias de su diócesis de Green Bay, Wisconsin a tomar parte en este toque de campanas, el obispo David L. Ricken dijo que esperaba que el sonido fuera un “toque de diana de esperanza”.
“Escuchamos las campanas de Pascua como una llamada a la solidaridad entre los miembros de nuestra comunidad para que, frente a la pandemia, podamos responder dando testimonio del poder de la Resurrección, de la fuerza de un amor que es más fuerte que la muerte, y de la fe en un Dios providente que siempre puede sacar bien del mal”, dijo el cardenal Sean P. O´Malley de Boston en su homilía en la Misa de Pascua en la Catedral de la Santa Cruz en Boston.
“Conocer al Señor resucitado es conocer su amor y su invitación a llevar una vida mejor, a tratar a los demás con mayor respeto y atención”, dijo el cardenal, añadiendo que esto significa “que nuestras vidas deben cambiar”.
“Debemos ir más allá del materialismo e individualismo de nuestra cultura y abrazar nuestra misión a dar testimonio de la buena noticia y hacer el Reino de Dios más visible en el modo en que amamos, perdonamos, cuidamos unos de otros y servimos, especialmente a los enfermos y los que sufren. La Resurrección nos asegura que hay vida más allá de la cruz; que hay sentido en el sufrimiento, que el amor es más fuerte que la muerte”.
En su homilía de Pascua en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles en Los Ángeles, el arzobispo José H. Gómez de Los Ángeles, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, dijo que ésta era “una Pascua extraordinaria ya que los cristianos de prácticamente todas las naciones se ven forzados a celebrar en sus hogares porque el mundo está cerrado por el coronavirus”.
Pero, como otros líderes eclesiales, el arzobispo se enfocó “en la gloriosa promesa de resurrección que celebramos hoy”.
Como dijo a la congregación por internet: “Dios no retira su promesa, aunque la sombra de muerte se cierna sobre el mundo; aunque la Pascua llegue durante una epidemia”.
“La Pascua nos asegura que no debemos temer a la muerte; no tenemos que tener miedo al sufrimiento”, dijo, añadiendo que incluso en estos momentos difíciles Dios conoce nuestras necesidades y “nos sacará de esta pandemia”.
En sus comentarios iniciales al principio de la Misa de Pascua celebrada en la Catedral de San Mateo Apóstol en Washington, el arzobispo Wilton D. Gregory de Washington, indicó que muchas personas desde lugares distintos estaban siguiendo la misa, añadiendo: “Estamos unidos en la fe”.
La Misa transmitida en directo tuvo más de 3,600 seguidores de toda la arquidiócesis, junto con personas de otros estados y países.
El arzobispo de Baltimore, William E. Lori, que celebró la Misa de Pascua en la Catedral de María Reina de Baltimore, exhortó a los fieles a “contagiarse” de la vida resucitada de Jesús.
En su homilía, dijo que el coronavirus es un recordatorio de que, con todo nuestro progreso y tecnología, no somos invencibles. Dijo que la epidemia era “una llamada de alerta”, y urgió a los católicos a no pedir su final solamente “para volver a la rutina de siempre”.
Al orar por el fin de la pandemia, dijo, debemos también pedir que el contagio de la esperanza en Jesús y su resurrección se propague, “de persona a persona, de hogar a hogar, de parroquia a parroquia, esperando el día en que estemos juntos de nuevo para celebrar los sacramentos de gozo y de vida nueva”.
Después de la Misa del domingo, el arzobispo se dirigió a la Parroquia del Sagrado Corazón en Glyndon, Maryland, para ayudar a la parroquia en la distribución de cajas de comida para quienes están experimentando hambre a causa de la pandemia. El padre Gerard Francik, párroco del Sagrado Corazón y San Carlos Borromeo en Pikesville, Maryland, calculó que unas 1,000 familias recibirían asistencia esa tarde.
La Misa de Pascua celebrada por el obispo Richard F. Stika de Knoxville, Tennessee, en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, también fue retransmitida en directo para los fieles. Después, situado al pie de la escalinata de la catedral, el obispo Stika levantó la custodia con el Santísimo Sacramento y bendijo al pueblo de Knoxville. Bendijo a los residentes del norte, sur, este y oeste, haciendo la señal de la cruz en cada dirección.